viernes, 24 de septiembre de 2010

Ojos rojos



En los últimos días, me ha tocado ver de cerca situaciones que no deseo para nadie, ni para mis enemigos (si los hay)... eventos que provocan que no quiera dar la cara a nadie para que no distingan el tono rojo de mis ojos.
Inevitable hacer memoria... los seres que más amo ya saben lo que es perder un ser querido, alguien importante en sus vidas, y ante lo cual les ha tocado sacar las fuerzas de donde no hay pues la tristeza los consumió casi en su totalidad.
Tan profundas son las huellas que ellos han dejado que los ojos cambian de color cuando algo les recuerda a esa persona, ese ser que con mucho o poco esfuerzo dejaron una valiosa lección... un precepto de vida.
Difícil es adaptarse a la situación tras una pérdida, aún cuando no me afecta directamente. Pese a las tantas veces que he dejado caer lluvia sobre mis hombros, sigo sin saber la fórmula exacta para saber dar ánimo al valiente, al sonriente, al bromista... a la consejera, a la extrovertida, a la compañera.
Soy, por herencia, excesivamente práctico, y cuando el evento no me afecta directamente suelo pecar de indolente e insensible. Tanto así que una vez llegué a decir: “Ustedes sufren porque quieren”.
El tiempo me enseñó una mejor cita: “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”.
Pero la paternidad me ha hecho más vulnerable al dolor familiar. Ya por instinto tengo mejor puntería para no lastimar imprudentemente a quien ya experimenta un dolor intenso... básicamente, el silencio es más útil.
Será una realidad constante, es inevitable... solo queda ser el mejor apoyo para devolver el color original a los ojos, y eso no es opcional.