Una
mujer avisa que falta poco para cerrar el féretro y comenzar el
respectivo traslado hacia el cementerio de La Libertad. Con mi
pequeña hija, damos un último vistazo. Sentí que lo lamentaría si
no lo veía por última vez... Así, por breves segundos, para que
prevalezca la imagen del hombre aguerrido y alegre que siempre tuve
de él.
En
esos instantes, repasé una frase que compartió el tío Marcos, una
que le quedó grabada de su progenitor: "Todo hombre tiene su
precio pero procura que el tuyo sea tan alto que nadie sea capaz de
pagarlo".
“Por
eso tu partida es incuantificable”, pensé. Cuántas frases y
anécdotas repartidas entre sus 4 hijos y 12 nietos... La
trascendencia de mi papi Marcos es palpable en la esencia de la
familia, la Zambranada -como la bautizó-... Cuánta sabiduría
impartida... Cuánta sabiduría por compartir.
Entonces
salí para encontrar a mi madre. Ya afuera de la casa de mi tía
Noralma, mi esposa sugirió que fuera a ayudar con el traslado del
féretro. Accedí pero llegando a él me sentí pequeño entre las
moles de los sobrinos de mi abuelo y mi hermano menor. ¿Cuál podría
ser mi aporte en la tarea? ¿Apoyo moral, quizás?
Aún
así, seguí de cerca a la caja con la leve esperanza de ser útil en
algún momento. Aquello no ocurrió pues, pese a que relevé a otro
de la carga en tres ocasiones durante el kilómetro y medio de
trayecto, mi hombro no dio la altura requerida y tras de que
incrementaba el peso al resto, lo que yo recibía también resultaba
difícil de llevar... Así me lo hizo saber el dolor que me quedó
donde la clavícula se une con el acromión.
Hace
casi 15 años tuve el mismo dolor, en el mismo punto, cuando llevé a
mi mami Chabela al cementerio. Miren ustedes.
Llegando
a la tumba, repaso si todos estaban presentes para que nada inicie si
faltaba alguien de la Zambranada. Comprobado eso, alguien coloca los
restos de la mami Chabela en el féretro y proceden a su inserción
en aquella estructura de cemento, junto a los cientos de rosas
-bueno, las que cupieron- que llegaron desde distintos puntos del
país.
En
todo ese proceso, el silencio fue absoluto. Para esta instancia, lo
común es ver a los deudos desbaratados en llanto. Pero allí
estábamos los Zambrano Castro, impávidos, con un hilo de tristeza
en los rostros, mirando la inmisericorde caja que guardaba para la
eternidad a quien fue una de las figuras más importantes de nuestras
vidas.
Hasta
hubo unas risas durante la iniciativa de mi prima Lorena de escribir
en el cemento fresco el nombre de los dos recordados seres: Papi
Marcos y Mami Chabela, con
unos cuantos adornos dibujados como muestra de cariño.
Mi tío Marcos da
una explicación del porqué lo más afectados resultaron ser los más
tranquilos. Es una lección que aprendimos con el ejemplo del papi
Marcos, de ser fuertes en la adversidad, de buscar el lado positivo
aún donde parece que no lo hay. “Nunca he encontrado una respuesta
en mis 62 años acerca del porqué mi papá tomó siempre la vida con
tanto optimismo y de una cosa simple formar un concepto filosófico
que era de vida”, dijo haciendo un esfuerzo para que su voz no se
quebrara.
Damos las gracias y
nos despedimos. No parecía que estábamos de luto...
Y es que todas las
semillas de fortaleza plantadas por mi abuelo cayeron en tierra
fértil.
