
“Piensa que esta buena gente antes de educarnos a nosotros no educó nunca a nadie. Venimos a ser sus hijillos de Indias. ¿Qué vamos a hacerle?” le decía Mafalda a su pequeño hermano para tratar de ¿justificar? el estilo de sus padres frente a una actitud de su hijo. Encierra una verdad… ¿Alguna persona que tenga o haya tenido la tarea de educar a su prole me puede asegurar que lo sabían todo cuando ingresaron al club de los padres? ¿Bastaron los ejemplos, recomendaciones y valores familiares?
Es circunstancial. Todo estos preceptos, propios y ajenos, van aplicandose en el transcurso de esta difícil tarea. Tania y yo ya pasamos el primer nivel donde dejamos la paranoia atrás. Esa época en la cual nos preocupábamos hasta de un estornudo de Dalia… “Deberíamos llamar a la doctora”, creo que poco nos faltó para llamar a urgencias.
Hemos acoplado casi a la perfección las tareas del hogar para evitar un exceso de trabajo al otro. Aún necesitamos pincharnos el ánimo mutuamente para esto pero cada vez lo hacemos de forma más ágil.
Sin embargo, y pese a la manía –humana- de buscar la perfección nunca falta el descuidillo. El otro día salí de compras por unos pañales. Busqué la sección de los medianos y agarré un paquete. Lo llevé a casa y Tania los empezó a usar. De eso, ya cuatro días.
Desde el principio notamos que estaban más pequeños que los habituales y nos repetíamos el hecho de que en ocasiones la marca también determina el tamaño. Ayer, a mi esposa se le ocurrió revisar el paquete de ¡48! que compré… Eran de talla pequeña.
Yo los compré, ella los abrió… ninguno verificó. Por tanto el error, aunque en distinto nivel, fue de los dos. La perfección no existe pero ¿quién nos puede demandar por buscarla?
Así como en la vida profesional, sin importar la carrera que se escoja, el aprendizaje nunca termina y, por tanto, el entrenamiento tampoco. Cambia el nivel de experiencia, desde luego; existen los ejemplos, también, pero cada quien es responsable de su propia familia y los errores, que los hay en todo lugar y nivel, son únicos y propios.
Esto es lo que a la larga nos forma como padres. Como en colegio, nos damos el lujo de decir “Pasamos de curso”. ¿Pero qué tanto aprendimos?
Para eso están las pruebas que vendrán, cuando nuestros hijos en lugar de hacernos preguntas empiecen a dar respuestas.
Entonces sabremos si no se nos quedó nada en el camino del entrenamiento.
Es circunstancial. Todo estos preceptos, propios y ajenos, van aplicandose en el transcurso de esta difícil tarea. Tania y yo ya pasamos el primer nivel donde dejamos la paranoia atrás. Esa época en la cual nos preocupábamos hasta de un estornudo de Dalia… “Deberíamos llamar a la doctora”, creo que poco nos faltó para llamar a urgencias.
Hemos acoplado casi a la perfección las tareas del hogar para evitar un exceso de trabajo al otro. Aún necesitamos pincharnos el ánimo mutuamente para esto pero cada vez lo hacemos de forma más ágil.
Sin embargo, y pese a la manía –humana- de buscar la perfección nunca falta el descuidillo. El otro día salí de compras por unos pañales. Busqué la sección de los medianos y agarré un paquete. Lo llevé a casa y Tania los empezó a usar. De eso, ya cuatro días.
Desde el principio notamos que estaban más pequeños que los habituales y nos repetíamos el hecho de que en ocasiones la marca también determina el tamaño. Ayer, a mi esposa se le ocurrió revisar el paquete de ¡48! que compré… Eran de talla pequeña.
Yo los compré, ella los abrió… ninguno verificó. Por tanto el error, aunque en distinto nivel, fue de los dos. La perfección no existe pero ¿quién nos puede demandar por buscarla?
Así como en la vida profesional, sin importar la carrera que se escoja, el aprendizaje nunca termina y, por tanto, el entrenamiento tampoco. Cambia el nivel de experiencia, desde luego; existen los ejemplos, también, pero cada quien es responsable de su propia familia y los errores, que los hay en todo lugar y nivel, son únicos y propios.
Esto es lo que a la larga nos forma como padres. Como en colegio, nos damos el lujo de decir “Pasamos de curso”. ¿Pero qué tanto aprendimos?
Para eso están las pruebas que vendrán, cuando nuestros hijos en lugar de hacernos preguntas empiecen a dar respuestas.
Entonces sabremos si no se nos quedó nada en el camino del entrenamiento.
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