martes, 21 de julio de 2009

Frío, frío, frío...


Finalmente pasó… era cuestión de tiempo. Ya estaba consciente de que las familias Guerrero y González son casi opuestas entre sí en varios ámbitos. Siempre tocó a Tania y mi persona “hacerse de la vista gorda” en más de una ocasión para no herir susceptibilidades.
Mi esposa es menos paciente que yo y ya ha tenido la oportunidad de hacer observaciones crudas y frontales. En algún momento debía tocarme…
Los métodos que utilicé fueron, sin embargo, tan o más incosecuentes. Aún sigo sin tener la certeza de lo que haré al respecto en los días siguientes.
Es ambiguo… Se me cae la cara de vergüenza ante doña Dalila pero mantengo la diferencia con mi cuñada. Sé que no puedo estar en gracia con una parte mientras no tengo deseos de ver a la otra.
La conversación que tuve al respecto con Tania fue más emoción que solución. Para variar, el problema que tengo para escuchar cuando algo más atrae mi atención fue el punto central –y hasta protagonista- del diálogo.
Fuera de eso, se quedó igual que al principio: no hubo concialiación de argumentos. Ella sostuvo los suyos y yo los míos… “Sé que cometí un error pero no soy el malo y, de hecho, no creo que nadie lo sea”, fue mi frase final.
De parte de ella, una sentencia: Mucha agua tendrá que pasar por el puente para que te vuelvan a dirigir la palabra –de momento queda claro de quien me preocupa más-, y una preocupación: Le molestó la sola idea de que me cansara de ella y su familia y pensara en alguna madrastra para Dalia.
Por mi parte, le reiteré que no me casé con ella para salir corriendo al primer problema fuerte que tengo con su sangre. Era algo que se podía presentar tarde o temprano y para lo cual procuré afianzar el sentimiento antes de comprometerme.
Estas heridas en el alma no hacen más que volverme más fuerte ante eventuales situaciones más graves… Al escribir estas líneas me encuentro a la mitad de un sentimiento de ser exageradamente sincero y decirle las verdades a quien se las merezca.
Sin embargo, aún necesito enfriar muchas cosas.

miércoles, 1 de julio de 2009

Ocho meses


Ya de por sí soy sensible pero desde que llegó mi hija este feeling aumentó de potencia y más, en ciertas ocasiones, cuando delante de mí aparece una escena que tenga como tema el lazo familiar.
Enumerarlas sería demasiado empalagoso, hasta para mí. Mi nena ha cumplido 8 meses y con ello aumenó sus formas de expresarse. Las sonrisas son más elocuentes, bien dirigidas –casi para todos hay- y se emociona más con algunos miembros de la familia.
Tania está convencida que esa manera de actuar la heredó de mí. Siempre me rayó con eso de que soy un “coqueto, ofrecido y regalado” por el solo hecho de que me gusta sonreir bastante. Culpable. ¿Qué puedo hacer si es mi manera de llevar las relaciones humanas?
Algo que también parece que lo sacó de mí –a menos que la mamá de Tania diga algo al respecto- es la facilidad que tiene para distraerse. Las cosas brillantes, la presencia de alguien, objetos curiosos y nuestra Luna (la gata) son elementos que interrumpe su hora de alimentación o de aseo.
Con los 8 meses también llegó el bautizo. El regocijo es indescriptible. Es una de las tantas cosas que solo se entienden cuando se las viven pero que en todo caso vale la pena compartir. Tania y yo le dimos la vida terrenal, ahora comienza su vida espiritual.
Cada mes, cada día, es algo nuevo. Dalia solo se ocupa por ahora de sonreir y pedir las cosas que le ayudan a hacerlo. Cada vez con más fuerzas para sostenerse de pie. No le falta mucho… ya mismo camina. Su aprendizaje está en la mejor escuela que puede tener: su familia.
La escuela para padres, esa que solo requiere llegar hasta el hogar, es sin duda la mejor a la que he asistido. Si me vuelvo sentimentaloide, ya estoy preparado y consciente… pero todo el sentimiento esta volcado hacia las mujeres de mi vida.