lunes, 7 de septiembre de 2009

A destiempo


Tendría unos 10 años cuando a mis manos llegó, por requerimiento escolar, un libro de lectura con relatos pequeños. Algunos completos, otros resúmenes y otros extractos de obras mayores –Sería mi primer roce con El Principito-… pero básicamente me ofrecieron mis primeras nociones del comportamiento humano, a través de las letras desde luego.
Las circunstancias trajeron a mi memoria un cuento que, en su momento, me pareció bastante peculiar. “El mozo que casó con mujer brava”, del escritor español Juan Manuel, narra la historia de –obvio- un mozo que encontró la manera de –literalmente- domar a una fémina de fuerte carácter.
El método ha sido objeto hasta de chistes. Todos le advertían al buen hombre de lo que le podría pasar tras las nupcias. Él tenía todo friamente calculado.
En el primer día le gritó a un caballo, a un perro y a un gato –los tres animales muy queridos por él- exigiéndoles agua para lavarse las manos. Naturalmente, ninguno le obedeció y el trío de cuadrúpedos, en el orden mencionado, fueron pasados por la espada.
Seguidamente, le gritó a su esposa con la misma petición y ella –antes que verse igual que las mascotas más queridas de su esposo- obedeció sin objeciones.
Cuando el suegro vio el “eficaz” método, fue y mató un caballo. Su mujer le contestó: “Lo mismo sería que mates a uno o a cientos. El primer día debías haber comenzado que ahora ya nos conocemos harto”.
…y lo olvidé.
Igual no va conmigo. No necesito pasar por arma blanca a nadie para dejar clara mi autoridad… pero el mensaje va más allá: los límites dentro del matrimonio.
Es un detalle que no ha quedado claro. Entendiendo que Tania es una mujer de fuerte carácter, el cual admiro, tenía presente que no se dejaría de nadie.
Recientemente tuve un impase con un hermano donde ella también fue protagonista. Ya aclaré las cosas con él y le he perdonado… pero para Tania el trámite no será tan sencillo.
Solo mencionar el hecho la puso tensa y se mezcló con una impaciencia mía por otro asunto. Le dije que se calmara –para hacerlo tuve que respirar hondo también-… la frase no ayudó.
Fue cuando me puse a pensar en que no hubo puntualizaciones en cuanto a opiniones respecto a miembros de la familia política. Tal cuestión, hace un par de meses, provocó un desfuero mío al acumular pensamientos y situaciones… pero ella se desahoga en el momento preciso.
Hay bastantes figuras dentro de mi familia que considero tolerables pero que sería mejor que no las hicieran.
No puse límites para comentarios y reacciones porque creo bastante en la libertad de pensamiento y opinión dentro del marco de respeto… pero estoy considerando que debí matar a un caballo al inicio de la historia.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Hiriente sensibilidad


Parece que es el legado materno… y puede que hasta paterno si del orgullo se trata. No tengo ese filtro que a muchos le permite ser más calculadores, ni la coraza que muchos presumen tener cuando por dentro son más débiles que su apariencia.
En términos del vulgo, soy un llorón… pero prefiero definirme como sensible. No puedo escoger quien merece saberlo. Sencillamente lo pongo de manifiesto cuando algo oprime mi corazón o se toca una fibra de los valores que respeto más que a otros: familia, amor y amistad.
Queda clara la desventaja: soy vulnerable si alguien conoce por dónde atacar. La diferencia la marca el afecto o lazo que me une a esa persona. Si es un desconocido, no tendrá oportunidad de aprovecharse de la situación… con el tiempo aprendí, no a levantar murallas o colocarme disfraces sino a adquirir fuerzas a través de las heridas.
Sin embargo y pese a todo, siempre habrá cosas para las que no hay cómo prepararse porque sencillamente no las vemos venir –o no se quiere verlas-…
Suena casi inaudito que a estas alturas de mi vida, a mis 32 años, con una buena esposa, una hija preciosa y un trabajo respetable donde de a poco he conseguido notables espacios, alguien se sienta con derecho a insinuar que sigo en la época de oscurantismo donde hice cosas que prefiero borrar de mi memoria.
Peor aún, decirlo en la casa donde vivo que es como decir mi hogar, con un pequeño matiz de amenaza como si yo o mi familia dependiéramos de favores.
La verdad… ese tipo de atenciones las he recibido de una sola persona, alguien que desde pequeño parece considerarse el sol de su limitado universo… y hubo quienes cometimos el error de incrementar su ego al hacerle favores a millares surgir sin esperar nada a cambio.
Yo no soy agresivo… lo que he conseguido –aunque poco- no puede ser agredido por nadie y quien no respete eso, no es bienvenido en mi hogar.
Sí… un día difícil porque hasta en la noche mi pequeña estaba algo indispuesta pero felizmente sin cambiar esa sonrisa que alegra cada uno de mis días.
¿Quién dijo que los gatos no son leales? Luna, mi mascota, me buscó el brazo que trataba de ocultar mi rostro de tristeza y se asomó por encima de este, casi como preguntándome qué me pasaba… hasta un animal irracional me trató mejor que alguien que, se supone, es un ser racional.
Duele… y mucho. La sensibilidad me ha permitido encontrar muchas lecciones de vida y, al mismo tiempo, aplicarlas. Cada enseñanza deja una cicatriz.
Pero no estoy dispuesto a convertirme en monigote de nadie.