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Un día de compras con la familia. Esos sábados que se aprovechan para desconectarse de la casa y olvidarse por unas cuantas horas que hay obligaciones que cumplir en el hogar y trabajo.
Tratando de dar alcance a mi hija -quien a su año y medio de edad es muy impetuosa- en un centro comercial, me topo con una pequeña llorando y su madre. Dalia se queda viendo la escena, mientras yo escuchaba lo que la madre decía.
“Mira cómo la nena se te queda viendo porque lloras, y ella, más pequeña, no llora”.
Inevitablemente me acordé de una tira de Mafalda, en esa que la protagonista se topa con una escena similar a la mía y oyendo de un adulto casi la misma frase que escuché, más una conclusión: “Va a pensar que sos un llorón, ¿no es cierto, nena?”
“¡NO!”, la respuesta de Mafalda, “por suerte la nena tiene conciencia gremial”.
Qué ganas de responder a la desconocida que le hacía esa comparación a su hija.
Al día siguiente, una nueva píldora sobre cómo “educar” a los hijos. “Si no entienden, hay que pegarles”...
Desde mi propia situación, viví en más de una ocasión eso de las comparaciones y la violencia física. ¿Estos métodos han tenido relevancia en lo que he conseguido hasta ahora como esposo, padre o periodista?
¡NO!... Por suerte el esposo, padre y periodista tiene sensibilidad.
Por el contrario, no creo que los castigos por las malas calificaciones hayan cumplido su cometido. Si así hubiese sido, no habría existido la necesidad de repetirlo cada tres meses durante casi diez años.
Peor las comparaciones... como si todos tuviésemos la misma idiosincrasia, las mismas responsabilidades, los mismos talentos.
Hay mejores maneras de apelar y motivar la disciplina. No diré cuáles, no tengo intenciones de convertirme en baluarte de la paternidad. Mis métodos, como muchos, son susceptibles de mejora.
Sin embargo, dentro de lo citado, no creo en la violencia, física o verbal, como alternativa eficaz dentro de la tarea de impartir disciplina... o de demostrar “quién manda”.
Mi papi Marcos no tuvo necesidad de golpes o comparaciones para obtener respeto, por lo que creo en el poder de la palabra. Todos sus hijos son personas que se han superado en muchos aspectos.
¿Qué otros elementos se debe usar con los hijos? La respuesta es individualmente familiar. En el caso de mi abuelo materno, cuales hayan sido, el fin justificó los medios...
Y no los miedos.
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