sábado, 2 de octubre de 2010

Errores por vanidad


Tengo que ser justo. De antemano estaba bastante ofuscado por una situación que puso en peligro a mi familia... y parafraseando a un ex compañero, empezaba a caerme chancho tanto comentario idiota en el Facebook.
Eventos como el 30 de septiembre dejó reconfirmado que cuando ser quiere ser extremista, en lo que menos se piensa es en el prójimo, y en ese error, cayeron conservadores y liberales por igual.
Intenté ponerme al margen de aquello pues por precepto de vida, no me agradan los fanatismos... ni siquiera en nombre de Dios pues me parece que ya bastante sangre se ha derramado con su bandera.
Sin embargo, cuando empecé a ver opiniones que parecían defender más una anarquía en tanto signifique tener la razón de que ese “mentiroso y mafioso” es el culpable de todo... algo se despertó en mí.
De pronto me había dado a la cacería de pensamientos similares para ¿ponerlos en su lugar?, antes de continuar con quien me pareció el mayor fanático de todos. Me gusta dejar lo mejor para el último y, de todas maneras, quería empezar un buen debate, aquellos que ayudan a crecer mis pensamientos -y rectificar, si es el caso- con ayuda de las posturas contrarias a las mías.
Previamente, consulté un par de cosas con alguien que, seguramente, lo conocía mejor que yo.
Habría que repasar en qué momento ambos, el “mayor fanático” y yo, nos pusimos agresivos.
Mi peor error dentro de la conversación electrónica fue haber usado el nombre de quien justamente me dio información del susodicho -y otras personas- para respaldar mis impresiones. Era un asunto entre él y yo, nada más.
Aquel error lo encuentro como factor importante en el resultado final porque fue evidente que ambos apreciábamos a esa persona, y mucho. Precisamente cuando él me dijo: “¿Quieres saber lo que ella piensa de ti?”, como si yo no lo supiera... “como si él la conociera más que yo”, pensé, fue cuando el debate se tornó en discusión.
El final fue muy áspero: “Pobre de ella por tener como familia a alguien como tú... pobre de tu esposa”... me dijo. Me lo busqué... por el peor error, mencionado anteriormente.
No obstante, antes de finiquitar la conversación por el Facebook, le llamé soberbio por pretender imponer su razón y meterse con mis seres queridos, algo que no hice yo con él aunque bien pude, pues sé que es casado.
Después ofrecí disculpas en privado a ese ser que en ningún momento pretendió ser parte de esto.
Por ahí uno que otro familiar que estuvo monitoreando la situación me dio su apoyo... agradecí, pero no dejaba de sentirme pésimo por la suma de todos los males.
“Vanidad, definitivamente mi pecado favorito”, dijo Al Pacino personificando al demonio. Creo que está claramente demostrado que nadie salva de ello... desde el más ignorante hasta el más instruido en la palabra de Dios.
Al momento de escribir esto, siguen lloviendo comentarios “idiotas”, hasta por mi correo... pero no pienso responder nada...
Solo me interesa mi familia y mis seres queridos, y no lo que haga o deje de hacer el “mentiroso y mafioso”. De haber hecho respetar ese precepto desde un comienzo...

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