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O Silent Night (noche silenciosa) para el caso es lo mismo.
Si trato de justificar mi postura frente a un par de eventos que lesionaron más todavía mi confianza hacia los demás, no voy a cumplir mi propósito de traer un poco de paz hacia mi espíritu.
Es una tarea que debe ser un deber todos los días pero que cobra un tinte de obligatoriedad en estas fechas.
No es que no tenga ya confianza pero no es absoluta... de hecho me gustaría conocer a una persona que no tenga un solo conflicto interno por razones del orgullo. Que no les demos importancia es una cosa, pero eso no los vuelve invisibles.
En las últimas semanas de diciembre es común recibir y enviar mensajes de paz y buenos deseos a amigos y familiares pero ¿qué se hace con aquellos que, de una forma u otra, ya no forman parte de este círculo por diferencias no superadas?
Me resultó difícil responder esta pregunta... y más dentro del contexto del mensaje implícito que hay en la recordación del nacimiento de Jesús.
Un paso a la vez, primero una persona y luego otra... aunque, en honor a la verdad, no esperaba retribuciones de ninguna de las dos.
Pero lo hice y aunque no me lleno de satisfacción -nadie debería, es cuestión de ética- quedo visiblemente más tranquilo porque me equivoqué: sí respondieron y retribuyeron mi saludo de paz y buenos deseos en estas fiestas.
Después de todo, el mensaje de aquel humilde carpintero de Galilea, cuyo nacimiento recordamos hoy de forma simbólica, no es tan difícil de digerir: “Amaos los unos a los otros”.
No es la primera vez que marco este tipo de distancias que, en lo más probable, se mantendrán por un largo tiempo... pero sencillamente hoy quiero estar en paz con todos y con todo, para que esa estrella del Oriente brille con más fuerza.
Felices fiestas.
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