viernes, 31 de diciembre de 2010

2010: Entre caídas y levantamientos



Cargado y recargado, mes a mes, de enero a diciembre. Al término de 2009 oré porque el 2010 tenga los suficientes elementos para dejar una mejor herencia espiritual para mí y mi familia. Hasta cierto punto, lo conseguí, aunque para ello varias cosas y personas debieron sacrificarse en el trayecto... tanto de forma prevista como inesperada.
Un elemento interesante lo pone la numerología. Los dígitos del año que acaba suman 3, una cifra recurrente que marcó mi camino en 2010. Según la ciencia de los números, el 3 significa expansión y superación, pero también frivolidad y deslealtad.
Y esos caminos conocí, supongo que para bien porque de las experiencias siempre se gana.
En enero, y como para no envidiar al 2009, me bauticé con alcohol con otros dos amigos (3 conmigo). Aquello me costó una fuerte llamada de atención porque no llegué a trabajar el día 1. Recibí el año con la camiseta de El Telégrafo puesta, como cábala para asegurar prosperidad laboral... y, a la larga, funcionó.
Febrero... se diría que fue el único mes que pasó desapercibido. Por alguna razón esta cualidad, a diferencia de 2009, se presentó antes del mes 3º.
En marzo comenzó una bola de nieve que no terminó de rodar hasta después de 9 meses... por lo menos, hasta donde se puede ver. Pese a que más de 3 decenas de empleados de El Telégrafo manifestamos nuestra inconformidad con un proyecto, éste comenzó a gestarse y, por tal motivo, 3 personas se fueron en la primera semana de una serie de cambios... Era solo el comienzo.
En abril cumplí 33 años en esta tierra bendita de Dios. También aumentó el número de amistades que están bajo la mirada atenta de mi esposa. Ella desconfía mucho de los gestos amables de las amigas para con su amante esposo. Está en su derecho porque, más allá de que es mi esposa, ella en buena parte es responsable de mi éxito. “No vale que una oportunista goce de ello cuando no le costó nada”... y razón tiene.
En mayo cambié de jefe inmediato, casi a 3 meses después de una llamada de atención. Aunque seguí conservando mi lealtad hacia mi ex jefa, no quedaba más que adaptarse a un nuevo estilo. Y hablando de estilo, también tuve que recordar a un ser querido que la violencia física no es sinónimo de educación. “Yo soy el mejor ejemplo de que esos métodos no funcionan”, le dije. Felizmente, rectificó.
En junio, fueron 3 los eventos que me hicieron replantear los objetivos familiares, laborales y paternales. Aún puedo percibir las secuelas que representaron una boda improvisada, la salida de mis ex superiores... y el primer beso de mi inocente florecita. Solo queda repetirme el mejor consejo del año: ¡Fuerza!
En julio, los 3 hermanos Guerrero pasamos por una difícil situación, en especial dos de ellos. En ocasiones, sin importar lo mucho que pueda pesar, es necesario tomar un respiro y alejarnos de ciertas personas que tengan un significante valor en nuestras vidas. No es la primera vez que paso por un evento similar... así que tengo práctica en dejar a mi orgullo de lado y saber perdonar.
En agosto, tras 3 viajes prolongados -y justificados- de Tania, comencé a sentirme un poco solo. No puedo decir abandonado porque ella se desvive más que yo por la familia que tenemos... aunque fue justamente ese apego a sus seres queridos lo que la hizo ausentarse tanto. Supo compensar esa ausencia y, en reciprocidad, le reiteré mi apoyo en el momento más difícil del mes.
En septiembre, el día 30 es para echar al fondo del baúl de la historia. No hay cómo olvidar. Esas horas, más que otras del año, pusieron en evidencia el clima violento que existe en el país por la polarización de posturas políticas, y lo poco o nada que se suele pensar en el prójimo con tal de sacar algún beneficio. Quedaron buenas lecciones sobre los efectos de la vanidad.
En octubre, se conmemoró mi 3º aniversario de bodas. Paradójicamente, la relación de más de 15 años de mi madre con su única pareja tras de su divorcio, conoció su fin, lo que no necesariamente significa el final de la historia. Después de todo, a través de esa situación conocí a personas a quienes todavía tengo el honor de llamar amigos.
En noviembre, 13 años de especial amistad quedaron en otro plano frente a una brusca, inesperada y áspera situación... con ciertos tintes de colapso. Difícil es dejar atrás el por qué y cómo pasó aquello, toda vez que pasé unos memorables momentos antes del “impasse”... y más difícil es dejarlo en el fondo de mis decepciones. De momento creo que es más saludable un distanciamiento... el tiempo establecerá si debe ser definitivo.
En diciembre, mi equipo, mi Emelec del alma, necesitaba de 3 goles de diferencia para ser campeón... fue el único 3 que no se presentó en el año. También pude zanjar diferencias ampliando el abismo de la distancia. Pude encontrar paz, una tregua, que me permitió sanar un poco las heridas más profundas de 2010 sin por ello dimitir en mis razones.
Después de todo, la Santísima Trinidad, el 3 que siempre ha estado en mi vida, me ayudó a llegar (pese a resbalones, caídas y dolores) con una enriquecedora experiencia al término de 2010.
Ojalá el 2011 venga un poco menos agitado y que todos mis seres queridos lleguemos completos a diciembre. Amén.

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