lunes, 7 de febrero de 2011

Antología de reflexiones



Carpe diem quam minimum credula postero.
Carpe diem...
Bastante regulares son los días en que, luego de sobreponerme a la adrenalina destilada por un día bastante ajetreado, caigo en un letargo en donde las ideas fluyen con cierta dificultad.
Hoy es un día de antología. Por alguna razón que desconocemos los menos conocedores de temas tecnológicos, los programas de edición debieron resetearse y, con ello, rehacer la edición del día.
Han pasado casi dos horas del momento en que se supone me retiro a mi casa, a ver a mi familia.
En medio de caras de expectativa y desazón, varios temas pendientes abordaron mi ya congestionada mente y, de alguna forma, debo darles trámite.
Pero...
Son cosas muy personales... si bien me considero una persona muy abierta, mental y espiritualmente hablando, existen elementos que no conviene que nadie más lo sepa... ni siquiera la persona a quien más confianza tengo: mi esposa.
De hecho, nadie puede sentirse con derecho a decir que lo sabe todo de mí.
¿Y puede haber una persona con las cualidades necesarias para semejante condición de “máximo confidente”? No lo creo, la variedad de esos seres es casi tan numerosa como situaciones vividas: amor, amistad, familia, trabajo, etc... resultaría complejo que alguien pudiera con todas mis emociones... toda vez que ya debe ser difícil manejar las propias.
Ya estoy divagando...
Desde que creé este blog, encontré una ventana lo suficientemente grande como para dejar escapar algo de vapor, no necesariamente maligno, sino para que el universo de la World Wide Web pueda conocer anécdotas que, sin duda, son las de muchos.
No sé si esta amerita entrar en la categoría de indeseables... de todas maneras, aunque a la fuerza, invita a la reflexión.
Toca, por ello, aprovechar el día lo más que se pueda, en los roles que competen a cada quien. Por lo menos para que, en ratos de descanso obligado, no se sienta que algo se perdió.
Justo en la mañana mi hermosa hija y mi bella esposa me dieron un beso lo suficientemente cálido como para mantenerme abrigado el resto del día.
Carpe Diem.

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