viernes, 20 de mayo de 2011

Amar es compartir



La terapia apareció en el momento preciso. Como mencioné anteriormente, una vez que se rompe con un confidente, se queda en una especie de acefalía porque no se cuenta con alguien que dé un punto de vista acorde con la bitácora de cada quien.
Sí, mi esposa también cumple ese rol y muy bien. Lo que es difícil de asimilar es que cuando ella se convierte en protagonista del problema, la única alternativa que queda es un confidente que, en lo más prudente, debe ser solo uno.
No es que sea hipocresía o falta de confianza hacia mi esposa... mucho menos falta de amor. Sencillamente, no puedo confiarle todo.
En algún momento se le dije y no lo tomó muy bien. Fue algo duro para ella conocer que tengo la filosofía de no confiar, en forma absoluta, en nadie.
He recibido demasiadas decepciones en mi vida como para confiar en forma ciega... sin embargo, le doy la distinción correspondiente a mi familia y nadie está por encima de ella.
Tania es mi mayor confidente y amiga... pero como buen ser humano, puede cometer errores y, eventualmente, habrá ocasiones en las que no podré contar con ella. Hasta hace poco, no tenía con quién compartir ciertos temores que ella no debe conocer.
Hay una familia que tiene prioridad y no debo alimentarla de miedos.
Tampoco es cuestión de ir buscar al primero que se tope uno en la calle... y por ese lado, dejo al instinto la tarea de encontrar a esa persona extrafamiliar en quien pueda encontrar un buen consejo sin temor a que los secretos puedan ser revelados.
O, al menos, hacer una terapia conjunta para hallar una respuesta.
Para el caso que motiva estas líneas, y por ventura, alguien muy cercano está pasando por situaciones similares a las mías. Entre los dos, logramos que aquello que no se puede compartir con las parejas forme parte de una conversación y no una represión.
Pese a los secretos, somos felizmente casados y, además, no hemos hecho nada que traspase la línea de la ética, al menos no completamente. Son, entre otras, las conclusiones que llegamos para descanso de las conciencias.
No es malo ni reprochable tener secretos pero guardarlos mucho tiempo puede ser nocivo. El amor permite compartir pero también guardar.
Si alguien tiene que sufrir por las omisiones que seamos nosotros mismos y no quienes nos rodean.

No hay comentarios:

Publicar un comentario