martes, 28 de junio de 2011

Bajo análisis




No me alcanzó... tanto tiempo levantado precauciones para que la ingenuidad no me convierta en protagonista de situaciones que comprometan varios aspectos de mi vida.
La transparencia, irónicamente, se convirtió en la puerta para que otro pase por encima de mí y de mis seres queridos.
No estoy seguro si solo es uno y si existen los mismos motivos para colocar mis apellidos -y de carambola mi trabajo- bajo la lupa de la opinión pública... o, al menos, si esas circunstancias están justificadas por la ética.
Después de todo, toca dar el beneficio de la duda.
Sin embargo, no deja de incomodar un orgullo que dentro de mí se retuerce como epiléptico, reclamando una explicación de las razones por las que decidí que esa o esas personas prosiguieran con las difamaciones (las que sin duda ya estará en boca de muchos de mis conocidos) sin que yo adoptara una defensa más enérgica.
La misma situación que tengo ahora sobre mis hombros, la he visto de lejos y la he repudiado... pero así mismo he notado como esas personas han decidido proseguir con sus vidas lo mejor que han podido, aún cuando su reputación quedó marcada para lo que les reste de vida... y posiblemente, más allá de ella.
Por lo menos, me queda la conciencia tranquila. No pienso haber cometido más error que creer que estaba tratando con gente objetiva y transparente.
Si alguien graba en audio mis argumentos, sin mi consentimiento, es evidente que no confía en mí. Está en su derecho de hacerlo... creo. Irónicamente, el mismo individuo me acusó de no tener ética cuando actuó de forma traicionera y altanera al puntualizar que goza de alto respaldo.
¿Pensará entonces que todos le creerán? ¿Por qué confiar en alguien que actuó de forma incoherente?
Y más encima pertenece a un grupo que defiende la “libertad de expresión”... se nota por qué.
No tengo tiempo de servir de plataforma de audiencia a una persona o un grupo así... por eso dejé que siga con sus argumentos. Aún cuando duele el hecho de que ahora menos que nunca puedo confiar en las “élites” de mi carrera.
Tengo mucho que perder si expongo más a mi sangre... y necesito mucho que meditar sobre mi profesión.
Pero el idealismo sigue en pie.

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