Tenía
que pasar... Digo, nunca dejar de pensar en un asunto es tanto como
invocarlo.
Pero
volver a saber de ella ya es distinto... atrás quedaron ciertas
palabras de confianza y cariño... y el tiempo de distanciamiento se
encargó de minar algunos aspectos.
No
sé si ciertos elementos que marcaron nuestra amistad, que la hizo
única en mi círculo, estaban de más... sin embargo creo muy poco
en la casualidad y soy más creyente en que las cosas ocurren por
algo.
El
antes, el después, el ahora... todo pesa en una relación.
Me
queda claro que no es lo mismo... y ella está de acuerdo. Pragmática
como es ella, me ha sugerido que actitudes posteriores mías llevará
la nueva etapa de la amistad a donde debe estar. Completamente de
acuerdo... y como toda relación interpersonal, lo consecutivo
depende de dos.
Tuve
suficiente tiempo para meditar, en la felicidad de mi hogar, todo lo
acaecido aquel noviembre de 2010. Lo que hice bien, lo que hice
mal... lo que hice de más.
Una
de las primeras situaciones que tuve que enmendar es no depender del
consuelo ajeno y solucionar conflictos en solitario, en casos
excepcionales. Esa dependencia, en mi impresión, me volvió
demasiado vulnerable al desengaño.
Ella,
al parecer, dio por superado el asunto en menos tiempo que yo. Que su
prolongado silencio nada tuvo que ver con rencor,
rabia o resentimiento. Que lo acaecido hace dos años enseñó a
establecer límites... a las malas, según yo, porque, al menos de mi
lado, hubo daño.
Y
sí, siempre admití que transgredí límites pero la intolerancia a
mi error fue lo que nunca me cuadró. Preferí entonces el tiempo y
la distancia... la mejor de las pruebas para saber si una amistad es
verdadera.
Algo
debe ajustarse para llevar la relación a donde debe estar... aún
estoy en eso.
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