“¡Pero
Dalia, defiéndete, no dejes que te pegue!”
Me
cuenta mi esposa que esto dijeron unas compañeras de mi pequeña
hija cuando la fue a ver a la escuela. En la averiguación
posterior, se descubre que un niño le había hecho caer... No era la
primera vez.
Uno
de los preceptos que más le recalcamos a Dalia como padres es la
tolerancia. Esto incluye, desde luego, el respeto hacia los demás, a
recurrir a tácticas no violentas para expresarse y para ello
empezamos con el ejemplo en casa: cuando hay que resolver un problema
se lo hace hablando, a lo mucho se eleva el tono de voz cuando toca
ser enérgico pero siempre el poder de la palabra por sobre todo.
Aunque
creo que es hora de replantear el sistema.
No
con esto quiero decir que Dalia aprenda a defenderse a punta de
golpes, basta con que se ubique fuera del alcance de cierto tipo de
personas y actitudes... sin embargo, no resulta tan sencillo y hablo
por propia experiencia.
En
mis casi 40 años de vida, me habré ido a los golpes -por motivos
ajenos a un entrenamiento- unas cuatro veces. La ocasión que más
recuerdo es una que aplica perfectamente a la situación de mi hija.
Escenario,
el colegio; contrincante, un compañero con un serio problema de
conducta que ahora calificaría de sociópata. Por alguna razón que
nunca se supo, le gustaba agredir y hacer bromas pesadas incluso a
jóvenes más grandes en estatura.
El
sujeto en cuestión se dispuso a medir mi paciencia y me insultaba
cada que veía. Procuré ignorarlo... Empero fue en el instante en
que estando frente a mí se atrevió a nombrar a mi madre cuando
respondí con los puños.
Hasta
ese momento, contaba con un impecable promedio en conducta. Tras el
hecho, me gané un soberano 15/20 que me dolió en el alma... Bueno,
no era destacado como estudiante y lo mejor que tenía era arruinado
por un minuto de ira.
Y
ahora mi pequeña, a sus casi 6 años, está lidiando con un problema
similar. Coincidentemente, el niño que la busca ni siquiera la
supera en estatura.
Ese
día tuve una de esas conversaciones con mi hija que siento que le
incomodan -se le humedecen sus ojitos- puesto que sabe que cuando uso
cierto tono de voz es porque algo me molesta... Y sí, me molestaba
esta situación pero no porque ella fuera el problema.
Primero
le recalqué que estaba feliz por lo obediente que ha sido, por
portarse bien, por no buscar problemas con otros... pero que tampoco
deje que nadie la agreda.
Lamentablemente,
tuve que advertirle que hay quienes no se portan tan bien como ella,
que buscan agredir, que causan problema y que cuando se tope con
alguien así, que se aleje lo más que pueda y pedir ayuda si lo cree
necesario.
“Las
compañeras que dijeron que te defiendas, esas son las amigas que
debes tener y con ellas puedes contar”, le dije.
Le
puse como ejemplo una película que conoce: Karate Kid -la más
reciente, con Jackie Chan y Jaden Smith- e hice énfasis en la escena
donde el señor Han defiende al joven Parker sin tocar a los
agresores. “Solo esquiva a esas personas, quítate de su camino”.
Casualmente,
mi pequeña desde antes de este problema quiere estudiar karate y
desde ya la educo en que solo es para defenderse.
Aunque
no faltará quien ponga a prueba su paciencia... Solo me falta algo
por hacer y es hablar con las autoridades académicas del plantel y
solicitar un correctivo porque no me gustaría que mi hija sea
sancionada por una situación que no buscó.
Solo
espero darle a mi hijas todos los conocimientos necesarios para
eludir cierto tipo de gente... y que también sepa enfrentarlas.
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