domingo, 2 de febrero de 2014

"Huérfano" (Última parte)

La mañana del 31 de enero comenzó con cuatro Guerrero en escena: Marcos, Cristian, mi tío Wacho y el que escribe. Al parecer mi papá pasó sin novedad la noche -si cabe la frase-, con la única compañía de las flores y cruces que suelen estar presentes en estas situaciones.
Amanecí sin apetito... más que por la tristeza, por el sánduche con Doritos y té helado que me tragué a eso de la 01:00. No tenía miedo de nada, ni de la languidez, tanto así que sin contemplaciones me tomé una bebida energizante, una de las más letales. Ya escuchaba a mi papá llamándome la atención por beber “esa porquería”, como así la llamaba. Así mismo, ya la hubiese respondido: “usted tomó cosas peores que eso hace años y hasta le advertí lo que podía pasar”.
Así nos llevábamos, así nos amamos, a lo “apache”, en ese lenguaje incomprendido de sarcásticos malcriados...
Conforme avanzaba la mañana iban apareciendo los familiares y amigos. Yo estaba atento a la llegada de Solange; entre ella y yo, fuimos los que más nos aferramos a la “posibilidad mínima”. Debía ser el primero en abrazarla, lo que al final pasó.
Mi media hermana no lo aceptaba. Nadie. Lo siguiente que vi fue su humanidad apoyada en el féretro, tratando de revivir a mi papá a punta de lágrimas. Yo puse mi parte al verla así de destrozada.
Mientras los Guerrero Zambrano preferimos estar errantes, deambulando entre sala y exteriores, Solange -junto a Sidney, los Guerrero Chang- no se movió de delante de nuestro progenitor por cerca de ocho horas. Era lo justo, no tuvo la oportunidad de estar con él en los últimos momentos como sí pudimos sus hermanos menores.
Me volví a acordar de la frase de Diana, la cual también comenté con Guillermo, otro de mis mejores amigos... “Huérfano”, me repetía... Físicamente, tan solo, me consolé. Pensar que con él comparto el mismo sentimiento que con mi esposa, Tania, y con amigos como Alex y Nathaly, de perder a la figura que tradicionalmente obliga a los hijos a ser fuertes.
Yo procuraba ya no llorar, a mi papá no le gustaba que lo hiciera... Sí, tuvo sus estigmas como ese de que el llanto equivalía a debilidad, de que los aretes eran solo para mujeres, y tantos otros. A uno de mis hermanos le quitó las ganas de ponerse un par de aros en las orejas, en cambio yo, necio igual que mi padre, me quedé con mi sensibilidad y las lágrimas siempre disponibles.
Llegaron Tania y Dalia. Mi hija, lo primero que pidió fue ver a su “Paco”, como mi papá quiso que lo llamara, igual que sus hijos cuando pedían el biberón. Siempre nos bromeó con esa figura infantil pero bien que le ha gustado, lo suficiente como para reeditarla en sus nietos.
Dalia no lloró, estaba triste, sí, por un buen rato no me dejó de abrazar. Ya tenía claro que estaba en el cielo, en un lugar mejor. Lo que seguía sin entender, como muchos, es cómo si se estaba curando, murió por una enfermedad. Cómo explicar la ironía de los hechos.
Para las 16:15, ya estaban todos los que tenían que estar de mi familia. Quienes no pudieron era porque estaban esperando que nazca un nuevo miembro -hablando de ironías-. De mis amigos, físicamente, Robert y Yazmín, virtualmente, yo digo que estaban todos.
Al final de la misa, ocurrió lo lógico... los hijos de mi padre desbaratados en lágrimas, yo abracé a mi madre, mi tía Aracelly también se unió al momento. Fue un abrazo de tres, una tristeza de centenares... era el momento culminante de la situación. Hora de llevar el cuerpo de mi padre a su “última morada”.
La bóveda resultó estar bastante elevada, se requirió una escalera. Dalia decía que no estaban colocando las flores que le llevó a Paco. Corrí subiendo escaleras -otras de las cosas que no le gustaba a papá y que en más de una ocasión me ganó un accidente-, las flores, donde debían estar. Se cerró la bóveda.
Mi padre...
Me quedé con su anillo, se lo dije a mis hermanos, se podían llevar todo menos eso... De hecho, de sus pertenencias, los hermanos Guerrero tomamos muy poco, la mayoría de lo material se regaló -mi padre era de gustos sencillos aunque sofisticados-... Coincidimos en que no íbamos a pelear por eso, así fue.

Después de todo, fue la primera de sus enseñanzas: “Entre hermanos no se pelea”.

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