miércoles, 25 de marzo de 2009

Las de la intuición...


00:30… creo, es una hora estimada. Aún estaba despierto y algo me impulsó a girar la cabeza y vi a Tania que permanecía quieta y semi levantada, observando a Dalia desde la cama. La cuna de la nena está a un lado de nosotros –he visto que muchos padres primerizos hacen eso, si no son todos-. Mi esposa solo miraba… o eso parecía.
Luego se levantó y metió los brazos en la cuna. Dalia emitió un gemido, el que muchos usan para pedir un poco más de sueño, pero siguió dormida. Tania regresó a la cama y entonces notó que tenía un espectador.
Inquirí si pasaba algo con la bebé y me respondió que Dalia estaba con una mano que casi le tapaba la nariz. “En los primeros seis meses hay que tener cuidado, ellos mismos se pueden ahogar. Acomodé la mano”, me explicó.
¿Pero cómo sabía que Dalia estaba en esa situación?. “Eso es algo que puede presentarse en cualquier momento. ¿Cómo sabías que debías levantarte?”, le dije. “Es uno de esos privilegios de ser madre”, me respondió.
Un privilegio… Debo admitir que eso me causó una sana envidia y me quedé despierto con un deseo interno de que se presentara en mí. Quería asegurarme que mi nena estaba bien. Lanzó un suspiro. Quedé tranquilo pero no satisfecho.
Es lo que algunos llaman intuición materna… exclusividad de madre, de mujer, como dice la colombiana Shakira en una de sus canciones. Aunque a veces suele desbordarse al punto de no dejar que los seres queridos hagan algo en lo que, en la mayoría de predicciones acertadas, puede hacerles daño.
Nunca di importancia a las sanas e importantes advertencias de mi madre durante el oscurantismo de mi adolescencia… y vaya que debí hacerlo aunque –útilmente- me han dejado experiencias con moraleja incluida.
De adulto, no crei que hiciera falta en mi persona –básicamente me guío por valores familiares y profesionales-. Sin embargo, siendo padre, sí me gustaría obtener ese privilegio.
¿Qué más lindo que saber el instante preciso en que ese pedacito de humanidad nacido de uno necesita de ti? Estoy y estaré al pendiente de Dalia, siempre… Pero la intuición de madre es solo de ellas. Los padres somos más pragmáticos, fuente de valores me han dicho los docentes.
Tengo mi propia conexión paterna… pero nada supera a la intuición.

martes, 10 de marzo de 2009

Mi esposa


Nunca he preferido la belleza por sobre la inteligencia. Mi primer amor platónico –incluso antes que Lucerito- fue una maestra de escuela. De acuerdo, poco original. Empero yo me fijé más en la docente que en la mujer. Hoy, sin embargo, tengo la satisfacción de tener por esposa alguien que por igual estimula mi vista e intelecto.
Tania… Partiendo de su origen ruso, donde significa “Bella Princesa”, estuvo muy bien elegido el nombre. No me fijé de buenas a primeras en ella, de hecho nunca estuvo en mi planes como pareja cuando la conocí como compañera de estudio en 2003.
Será –puede ser- porque ni siquiera tenía el ánimo de buscar enamorada. Era un momento de mi vida en la que iba “con parches, dos fantasmas y con ángeles caídos”. O sea, decepcionado del superficialismo con que algunas féminas, en las que invertí tiempo, paciencia y letras, tomaban la relación de pareja.
En el momento en que, junto a otras compañeras –hoy amigas-, me invitaron a formar parte de un grupo de investigación, sería el primer minuto, luego de días de compañerismo, que me fijé en ella como alguien con quien valdría la pena un intento.
Un beso, uno que solicité al final de un día de paseo no programado y después de un trabajo académico, fue el inicio de toda una historia que aún no termina. Algunos en el curso no nos daban más de 2 meses por lo inesperado del asunto... y porque ambos estábamos en la mira de otras personas.
Han pasado casi 6 años en la que hemos tenido toda una gama de situaciones para poner a prueba nuestro amor. Una de ellas aún tiene sus huellas y otra –por poco- pareció el final de la historia.
Tenemos ahora una hija que al mismo tiempo es firma y testimonio de lo que yo siento por Tania. La verdadera aventura del amor apenas ha empezado.

viernes, 6 de marzo de 2009

Vocación de madre


Yo sé que en la edad que tiene solo necesita algunas atenciones básicas (comida, aseo y sueño), además de las denominadas estimulaciones tempranas, pero hay ocasiones en que Dalia sale con el ánimo de no dormir temprano y permanecer en el paseo del brazo por horas.
Anoche mi esposa llegó al límite de su resistencia física y con una visible frustración se hechó en la cama con su hija para observarla y tratar de obtener una respuesta al porqué de ese insomio. Solo funcionaba eso: el brazo o la compañía en la cama. Tuve que relevarla de la tarea –para ella los deberes de esposa y madre tienen una escuela en donde la abnegación está por sobre todo- y prácticamente le exigí que se acostara en la hamaca, coma canguil, tome jugo y vea CSI Las Vegas.
Cuando pudo relajarse le pregunté porqué no me pidió ayuda. “No quería interrumpir, quedas ahí tan relajado viendo TV”, contestó. El que esté en modalidad pasiva, no quiere decir que no me moveré si algo está mal. Llegamos al acuerdo de que si necesita descansar, no dude en hacerlo saber.
Cuando me dijo que no debía agradecer por su atención, le afirmé también que me gusta corresponder a favores y, en la medida de mis capacidades, ser acomedido. Sé que esas ideas fueron inculcadas por su madre –una de tantas diferencias entre su cuna y la mía-. ¿Quién dijo que agua y aceite no pueden mezclarse?
Solo es cuestión de vocación y ánimo.

lunes, 2 de marzo de 2009

Cuatro meses


Su primer alimento sólido: una papilla de manzana con toque de canela “para que sepa mejor”, cortesía de mamá. Dalia, ese pedacito de mi corazón, fruto del amor con una mujer especial, cumplió sus cuatro meses.
Ha pasado poco tiempo pero suficiente para notar que ella está creciendo muy rápido y sanamente, a punta de leche materna –dificil será la tarea de destetarla- pues desde que cumplió un mes no ha aceptado imitaciones –el biberón-. ¿Será anuncio de su carácter? Hay tantas figuras de ella que parecen definir la idea, así es la ilusión del padre primerizo. ¿Y acaso hay uno que no la tenga?
Una de ellas es la fascinación por el color amarillo. ¿Barcelonista? Eso rompería el legado azul que viene desde mi abuelo. Pero haré como mi padre -emelecista-, el cual nunca incidió en la decisión de a qué equipo debía seguir. Incluso acompañaba a mi hermano mayor –amarillo- a los partidos en el Monumental como un barcelonista más. En el caso de mi hija Dalia, con tal de que no forme parte de las barras bravas, puede seguir hasta el Aucas si así lo desea.
De tanto llegar a decirle “Hola, ¿cómo estuvo su día?”, Dalia ya repite la primera palabra. Ahí no fui listo. Ahora empezaré a decirle “Papá, aquí llegó papá”… aunque igual me basta y emociona que cada vez que me ve, se sonríe conmigo.
Son las primeras sonrisas de millones que vendrán.