Pensar que una muy querida y recordada maestra universitaria nos preparó prudentemente sobre los bemoles que conlleva la sacrificada, a veces desagradecida, pero siempre enriquecedora labor periodística.
Hay palabras que tienen su precio... lastimosamente, por ese lado, he pecado de derrochador pero con el tiempo aprendí a afinar el instinto para decir lo que se debe sin que ello perjudique a terceros.
No han faltado las ocasiones en las que tuve que defender mi trabajo el cual, aunque le falta mucho para que merezca un Pulitzer, cuenta con mi total empeño para que salga lo mejor posible.
“Con quién te enfrentarás en la siguiente ocasión”, me dijo un amigo que me repasó las veces en las que tuve que aclarar situaciones que acusaban a mis reportes de mediocres y ligeros... no hay por qué enumerar, mucho menos nombrar.
Mi punto flaco es la organización. Estoy trabajando en ello.
Pese a lo conseguido, no dejo de sentir un vacío por la gente que ya no veo o ni siquiera puedo saludar... a todos se los extraña, incluso a una persona que se alejó teniéndome en mal y erróneo concepto debido a malas percepciones que se le transmitió...
En mi trabajo un error recurrente ha sido encariñarme sobremanera con mis compañeros de trabajo. El primer caso fue una superiora, razón por la cual mi salida del aquel equipo fue por demás dolorosa... me juré que no volvería a caer en esa situación...
No obstante, estoy volviendo a pasar por un evento similar... lo triste es que se van de a uno. No me duele reconocerlo porque pude identificar las razones del apego hacia esas personas: su profesionalismo.
Algo de lo que me he jactado es que al momento de ejecutar mi trabajo no busco ejemplos sino referentes. Si me basara en el primer caso no pasaría de ser un imitador; en el segundo, encuentro un filtro a considerar para mejorar mi desempeño.
Y de aquellos referentes tengo varios... entre las mujeres he conocido la sensibilidad más allá del canal mediático; entre los varones, el léxico mordaz pero bien intencionado, por lo menos para quienes se lo merecen.
Es decir, unos cuantos metros más de grava para enterrar varios mitos del comunicador social, aquellos que endulzan las mentes de muchos incautos que pintan paisajes llenos de fama y reconocimiento de la sociedad... felizmente, mi motivo para ejercer esta profesión es distinto al de muchos.
Mi lealtad para quienes se fueron no varía... pero primero está mi lealtad a mi labor y con quienes la han respetado. Después de todo, los ahora extranjeros tienen capacidad suficiente para destacarse.
Por eso también soy un convencido de que el nivel de la problemática de una situación depende de cada quien... y por ello, esto no es tan difícil.
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